24/09/2025
El 24 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la hipercolesterolemia familiar, la enfermedad genética más frecuente y que afecta a nivel mundial a unos 30 millones de personas. Sin embargo, esta patología cuenta con una variante aún más grave y menos conocida y común, la homocigota, que se considera una enfermedad ultrarrara al contar con una prevalencia de 1 cada 450.000 personas.
La principal diferencia entre ambas radica en la cantidad de copias defectuosas del gen que causa la enfermedad, explica en una entrevista con AELMHU el Dr. Lluis Masana Marín, uno de los científicos más importantes en el estudio de esta enfermedad tanto en España como a nivel internacional.
En la hipercolesterolemia familiar homocigota, conocida como HFHo, ambos padres transmiten una copia defectuosa del gen, lo que resulta en dos copias defectuosas; mientras en la más común, la heterocigota, solo se hereda una. Esta diferencia genética se traduce en niveles más altos en sangre de colesterol LDL (el conocido como “colesterol malo”), así como en una situación clínica más grave desde una edad temprana.
“Este exceso, causado principalmente por la ausencia o disfuncionalidad de los receptores LDL encargados de eliminar el colesterol de la circulación, se manifiesta desde etapas muy tempranas de la vida. Mientras que la forma heterocigota afecta a 1 de cada 250 personas y supone una disminución parcial de los receptores, la homocigota, mucho menos frecuente, implica la herencia de mutaciones por parte de ambos progenitores, resultando en una carencia casi total de estas ‘puertas de salida’ del colesterol”, concreta el Dr. Masana, catedrático emérito de Medicina en la Universitat Rovira i Virgili y exdirector de la Unidad de Medicina Vascular y Metabolismo en el Hospital Universitario Sant Joan de Reus.
Colesterol muy elevado desde la infancia
En estos pacientes con la forma homocigota, el colesterol muy alto permanece en el plasma durante mucho tiempo, acumulándose de forma crónica. La consecuencia es un rápido desarrollo de aterosclerosis desde la infancia. Para ejemplificarlo, el experto recuerda un caso reciente: una niña con apenas tres meses de vida que presentaba niveles de colesterol total superiores a los 1000 mg/dl, una cifra “extraordinariamente elevada”, ya que a esa edad suelen estar en un rango inferior a 100 mg/dl.
Las consecuencias de esta acumulación precoz son potencialmente mortales, con casos de infarto incluso durante la infancia, debido a la oclusión de las arterias coronarias, lo que impide el flujo sanguíneo normal al músculo cardíaco (miocardio), o la estenosis aórtica (estrechamiento de la salida del ventrículo izquierdo del corazón).
«Esto provoca que el riesgo cardiovascular que una persona con colesterol normal acumula a los 70 años, un paciente con HFHo lo alcanza a los siete. De hecho, existen casos documentados de fallecimientos por infarto antes de los 10 años», detalla Masana, autor de múltiples publicaciones y guías de consenso en este área y expresidente de la Sociedad Española de Arteriosclerosis (1999-2004).
En este contexto, la concienciación del entorno escolar y familiar es clave. “Aunque estos niños no presentan síntomas visibles en el día a día, deben cumplir rigurosamente con el tratamiento y ser monitorizados con regularidad, ya que pueden producirse eventos graves, incluso la muerte súbita, en pacientes con aparente buen estado de salud”, advierte el doctor.
El ejercicio físico, no fumar y la alimentación sana también juegan un papel fundamental en el buen control de la enfermedad: “Aunque su impacto directo sobre el colesterol en estos niños es limitado debido al fuerte componente genético, hay que recordar que una dieta saludable, como la mediterránea, es cardioprotectora, tanto para los afectados como para la población general”.

El diagnóstico precoz, clave
Uno de los mayores desafíos de la enfermedad sigue siendo el diagnóstico precoz. De hecho, es frecuente que se diagnostique de manera errónea, y actualmente está subdiagnosticada e infratratada: “Una de las cosas que tenemos muy claras los expertos en esta enfermedad es que, cuanto antes se inicie el tratamiento, mejor para los pacientes. Cada año que se pierde es un retraso a la hora de mejorar la situación de estos niños”.
A pesar de ser una enfermedad pediátrica, es habitual que sea detectada en la edad adulta, cuando ya se han producido daños irreversibles. Esto se debe, en parte, a la escasa conciencia sobre el control del colesterol en la infancia. Según el Dr. Masana, en ocasiones incluso se desaconseja realizar pruebas de colesterol en niños, como ocurre en Cataluña, por el temor a saturar el sistema sanitario, una postura que califica de «error tremendo».
Para revertir esta situación, el especialista aboga por realizar controles de colesterol en niños, especialmente en aquellos cuyos padres tienen el colesterol muy alto y reciben tratamiento, ya que puede ser una advertencia de la enfermedad.
Asimismo, considera clave la implantación de programas de cribado, ya sea universal, midiendo el colesterol a todos los niños en torno a los 9 años, u oportunista, solicitando el análisis cuando un niño acude al pediatra por cualquier motivo. El experto puntualiza que, en ambos casos, la detección de niveles elevados debe conducir a una investigación más profunda de cada caso.
El primer síntoma que manifiesta el colesterol muy alto, incluso en los pacientes con hipercolesterolemia familiar homocigota, suelen ser enfermedades muy severas. Pero el experto recuerda que en estos pacientes más graves, una señal de alarma precoz puede ser la aparición de lesiones cutáneas. Según el Dr. Masana, muchos niños con HFHo llegan a consulta tras ser remitidos por dermatólogos que detectan manchas amarillentas en codos, nalgas o rodillas. Estas lesiones, conocidas como xantomas, aparecen porque el colesterol, al no poder eliminarse, se deposita en tejidos como la piel o los tendones.
Un futuro prometedor
Durante mucho tiempo, el tratamiento estándar ha sido la LDL-aféresis, una especie de ‘diálisis’ del colesterol. Consiste en extraer la sangre del paciente, filtrarla para eliminar las partículas LDL y devolverla al organismo. Este procedimiento, aunque eficaz en la reducción puntual del colesterol (60-70%), debe repetirse de forma frecuente, en algunos casos semanalmente.
Su impacto en la calidad de vida, tanto de los niños como de sus familias, es considerable. «En algunos pacientes hay que realizar más de dos sesiones al mes, lo que supone una interferencia brutal en la vida cotidiana«, reconoce el especialista.
Afortunadamente, los últimos avances científicos han abierto nuevas vías terapéuticas que han producido un cambio «paradigmático». “Con el abordaje actual, se puede aspirar a alcanzar cifras de colesterol aceptables que permitan a los pacientes llevar una vida normal. Aunque el tratamiento debe mantenerse de por vida, los niños afectados pueden desarrollar plenamente sus capacidades físicas, cognitivas y sociales, siempre y cuando se logre un control adecuado de los niveles lipídicos”, asegura el doctor.
Para el doctor Masana, el panorama de esta patología es “esperanzador”, tanto en calidad de vida de los pacientes como a nivel de investigación. “Las terapias avanzadas, como la génica, se están perfilando como una posible solución a largo plazo. La posibilidad de corregir directamente el defecto genético responsable de la enfermedad está siendo explorada por muchos grupos de investigación”, añade al respecto.
La hipercolesterolemia familiar homocigota sigue siendo una enfermedad extremadamente compleja, pero el conocimiento científico y los recursos clínicos han avanzado notablemente en los últimos años. Según el Dr. Masana, sin embargo, los retos siguen siendo los mismos: detectar la enfermedad cuanto antes y tratarla sin demora para ofrecer a los pacientes la oportunidad de una vida longeva, plena y saludable.